Mission Exposure en México

Sofia, Elisabetta y Caterina, gracias al Proyecto Mission Exposure (MEX) de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán en colaboración con el Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras (PIME), estuvieron un mes en la Ciudad de México, en el Centro Internacional Scalabrini, realizando su servicio entre las personas migrantes -en particular en la educación de niños y adolescentes- hospedados en la Casa «Arcángel Rafael» de los Misioneros Scalabrinianos. También participaron en encuentros con jóvenes mexicanos y conocieron la difícil situación de los migrantes en tránsito que no encuentran hospitalidad y se ven obligados a vivir en campamentos en las calles.

Confianza

Me llamo Sofia y estudio Ciencias Lingüísticas para las Relaciones Internacionales. [...] La palabra clave es 'confianza' y creo que es una palabra extremadamente fascinante y llena de matices. Cada uno en el transcurso de su vida, generalmente encuentra para esta palabra el significado que considera más verdadero.  [...]

Cuando llegué a la Ciudad de México y empecé la vida comunitaria con las misioneras, me di cuenta de que la palabra confiar era mucho más profunda de como yo la había entendido en un principio, y del mismo modo me di cuenta de que lo que yo buscaba tal vez no era realmente una ayuda para mi carrera académica, sino más bien una nueva mirada sobre mi vida cotidiana. La vida con las misioneras me inspiró mucho; la valentía que mostraban con tanta alegría y ligereza me impactó de inmediato. El sentido pleno con el que vivían la normalidad y la banalidad de la vida cotidiana me hizo reflexionar mucho y si tuviera que resumir esta experiencia en una palabra diría que me ayudó a despojarme. Cuando regresé a Italia me sentía más ligera, como si muchos de los miedos y expectativas que cargaba sobre mí, los hubiera dejado atrás un poco a la vez, durante ese mes en la Ciudad de México con la ayuda de las sonrisas de las misioneras.

Por supuesto, el servicio también fue una parte importante de mi misión en México y debo decir que la experiencia con los migrantes me conmovió mucho. Me dejé interpelar por las personas que conocí en la Casa del Migrante y en un campamento que visitamos, justo al lado de una Iglesia. Cada encuentro, por breve que fuera, me dio siempre mucho que pensar. En el dolor y la fuerza con que contaban sus historias o en la forma en que se comunicaban, sentí una fuerte injusticia a causa de las dinámicas de nuestra sociedad. Injusticias que, más que tristeza, me producían enojo, que aún siento y espero algún día poder convertirlo en una herramienta que les ayude en su batalla. Sin embargo, más que su dolor, me ha impresionado la fuerza y la esperanza con la que afrontan el ’viaje’ de su vida. Me transmitieron la esperanza tenaz de creer que al final todo saldrá bien «gracias a Dios». Siempre repetían esto, como una pequeña oración de agradecimiento, a pesar de todo lo que habían atravesado.

Promesa de felicidad

Soy Elisabetta y estudio la carrera de Educación Primaria. Para mí, el encuentro con los migrantes ha significado tocar la presencia de Jesús en mi vida. [...]
Cada vez que entraba en contacto con el dolor y con las personas que cargan con este dolor, surgía una pregunta en mi corazón: ¿qué sentido tiene todo este sufrimiento? ¿Qué sentido tiene que todos los niños y sus madres y padres tengan que sufrir tanto? Y más a fondo, ¿qué sentido tienen el dolor y el sufrimiento si siguen siendo tales y no pueden transformarse en esperanza? [...]

Es por eso que el encuentro con los migrantes fue súper valioso para mí, porque me hizo recordar que el dolor en mi vida nunca tuvo la última palabra y que, por lo tanto, puede ser así en la vida de los demás, tanto para los que conozco aquí como para todos los que dejé en casa.

Durante este mes, cuando miraba a Raúl, Rodrigo, Gregor, Fabiana y a todos los niños, se me partía el corazón, pero veía en ellos la misma promesa de felicidad que hay para mi vida y que he encontrado. Es una promesa de felicidad que existe y que está ahí sólo porque un Hombre vino a prometérmela.

Y en todo ello, la vida en comunidad me ayudó muchísimo. Un ejemplo concreto es la oración que hacíamos por la tarde. Fue un recordatorio para mí de que todo se le puede confiar a Dios, incluso el dolor más profundo, y que sólo Él puede transformar este dolor en esperanza.

Preguntas

Me llamo Caterina y estudio Ciencias y Técnicas Psicológicas. Por alguna extraña razón, siempre me ha fascinado profundamente entrar en contacto con lo diferente de mí, y la experiencia de la Misión que pude vivir fue precisamente una preciosa oportunidad para experimentar este tipo de encuentro.

Preciosa en primer lugar porque me permitió descubrir, paradójicamente, que a veces somos más parecidos de lo que pensamos. Pienso, por ejemplo, en los numerosos jóvenes mexicanos que vimos y conocimos personalmente, y pienso también en las diferentes personas con las que intercambiamos, aunque sea sólo una palabra. Me hicieron sentir un poco como en casa, a pesar de estar del otro lado del mundo.

La Misión fue también una expe­riencia valiosa porque me permitió conocer y ver con mis propios ojos una realidad, la de los migrantes, de veras compleja, dolorosa y extremadamente lejana de mi forma de vivir. También fue significativo para mí el simple hecho de poder ver con mis propios ojos el ejemplo de la Casa del
Migrante o el del campamento al aire libre, para luego poder atestiguar que esas vidas existen, y que no son sólo tantas, sino que, sobre todo, son rostros, nombres e historias únicas.

Por último, diría que la Misión fue preciosa para mí porque me dejó muchas preguntas y muchas ganas de poder ir a fondo de algunas de ellas. Preguntas relacionadas con la justicia social, preguntas sobre el papel de los jóvenes en la sociedad, preguntas sobre mí misma, preguntas sobre mi vida en la fe, y podría continuar...

Lee el artículo completo, además de otras experiencias: Revista Por los caminos del éxodo 2024 n.2 (link)