2001 – 2021: 20 años de nuestra presencia en México

Mientras celebramos el 60 aniversario del inicio de nuestro Instituto Secular, también recordamos los 20 años de nuestra presencia en México. De hecho, el 6 de junio de 2001, Giuliana salió de Stuttgart (Alemania) con un nuevo envío a la Ciudad de México con mucha gratitud en su corazón por el don de nuestro carisma de Misioneras Seculares Scalabrinianas. Le damos la palabra para recordar estos 20 años.

Hojeando el diario de la primera salida a México en 2001, se destacan algunas palabras de Adelia, la primera misionera de nuestra comunidad:

“El sueño de un nuevo campo de misión en la Ciudad de México se está haciendo realidad para nosotros. Ciertamente, en la víspera de esta partida, nosotras misioneras nos sentimos como una gota en el océano, muy pequeñas ante este acontecimiento y futuro misionero en México, pero el Espíritu del Resucitado nos da Su presencia: «Yo estoy con ustedes todos los días» (Mt 28,20). Y luego, en Su poder de Resucitado, y con Él, entramos en esta nueva aventura misionera para que colores, personas y pueblos, migrantes y jóvenes puedan formar, como decía el Beato J.B. Scalabrini, “una sola familia” que tiene su centro, su verdadero progreso en Jesús Crucificado y Resucitado, “Sol de fuego” que calienta, ilumina, da vida a cada corazón.
Él nos envía a todo el mundo, a todos los pueblos. Este “todos” está realizándose. Estamos superando nuestros límites y esta es la garantía más fuerte de la misionariedad. No tenemos apoyos y nos confiamos a Él, en una relación total y vertical. Esto da fecundidad a los pasos que estamos dando. Jesús trajo la buena nueva y el Espíritu Santo la continúa; llevamos el amor y el escándalo del Crucificado, este misterio de muerte y resurrección, única realidad. Abrazamos el Todo que nos lleva”.

Durante la misa de envío, el p. Gabriele Bortolamai, misionero sca­labriniano, dijo: “Uno se vuelve misionero cuando responde a Dios, en la libertad de dejarlo todo. Jesús promete la vida en sobreabundancia. Entonces no es nuestra vida la que desborda, sino la de Él: este es el anuncio”.

Muy pronto, después de mí, otras misioneras llegaron y se turnaron en nuestra misión en suelo mexicano. Además de la Ciudad de México, desde 2015 también tenemos una comunidad en Santiago de Querétaro.

En estos veinte años de presencia en Mé­xi­co, las palabras de envío pronunciadas por Adelia y el P. Gabriele siempre nos han acompañado, en los momentos de alegría y también en las dificultades que forman par­te de toda misión.

Este aniversario es una oportunidad para agradecer en primer lugar a los Misioneros Scalabrinianos que nos recibieron en México en 2001, ayudándonos concretamente a entrar en el nuevo ambiente. También recordamos la exquisita acogida y ayuda de la familia de Lily Valdez Salcido, la amistad de las Hermanas Misioneras Sca­labrinianas, el apoyo recibido de muchos amigos mexicanos, de los Frailes Dominicos del Centro Universitario Cultural, así como de la Arquidiócesis de la Ciudad de México y luego de la diócesis de Querétaro y los Hermanos Maristas.

Mirando hacia atrás a la vida misionera de estos años, tenemos el corazón lleno de gratitud por el encuentro con tantos migrantes y jóvenes. Sus vidas se cruzaron, a través de las visitas a la Estación Migratoria y en las Casas de los Migrantes, y pudieron donarse recíprocamente esperanza, deseo de futuro, coraje y fe.

Jóvenes mexicanos, estudiantes internacionales y migrantes a menudo se han conocido también en el Centro Internacional Misionero Scalabrini (CIM-S) que surgió en 2004 para favorecer la formación a la catolicidad/universalidad y a la cultura del encuentro.

Mucha sensibilización sobre la migración se ha realizado en las escuelas y universidades, a través de nuestras inserciones como docentes y gracias a la colaboración y testimonio de los propios migrantes. Con la apertura en Querétaro, además de la formación de jóvenes, hemos podido colaborar con el Centro de Apoyo Marista al Migrante (CAMMI) y compartir más de cerca el camino de los mi­grantes, refugiados y desplazados internos en tránsito hacia el Norte, así como los primeros pasos de integración de los que han optado por quedarse en Querétaro.

Ciertamente la pandemia del co­ro­navirus ha tenido su impacto en nuestra presencia en México, de la cual el encuentro directo entre jóvenes y migrantes es un aspecto fundamental. Pero, precisamente en la dificultad, la creatividad del amor nos llevó a compartir con toda la sociedad la evolución hacia nuevas formas de contacto e intercambio, mientras vi­vi­mos la atención a los más pobres de la calle, a los refugiados sin trabajo y a los enfermos (con la presencia de una enfermera misionera en el hospital provisional Citibanamex). Hemos podido experimentar tanta solidaridad y comunión de bienes recibidos y compartidos.

Se percibe claramente que en cada encuentro y en cada momento el Protagonista de esta misión, el primer misionero fue -y sigue siendo- el Señor y Su Espíritu, que ilumina con Su amor, paso a paso, dando sentido también a nuestras limitaciones y pe­queñez, abriéndonos a Su co­mu­­nión entre nosotros y con todos.