Mi promesa a Scalabrini

28.11.2020
Stuttgart (D)
de Rafael Alvarado
CdS Stuttgart, Jóvenes

En este tiempo de confinamento, también aquí en Stuttgart, se redujo nuevamente la posibilidad de encontrarnos personalmente.
Las reuniones y actividades con los jóvenes siguen de forma virtual. Y sin embargo, tenemos una cita semanal en la misa,
que ha sido el 'hilo conductor' de esperanza en esta crisis.
Al final de una de las misas en inglés, en la iglesia de S. Maria, a la que asisten varios estudiantes internacionales,
conocimos a uno recién llegado de México que nos contó como conoció al Beato J.B. Scalabrini.

Mi nombre es Rafael y soy de la ciudad de México, ahí crecí, estudié y trabajé toda mi vida. Después de un tiempo decidí que quería seguir mi formación profesional y personal en Europa, especialmente en Alemania. Había intentado varias veces, pero por múltiples problemas, no lo había conseguido. A finales del año pasado  lo intenté nuevamente, pero quería que esta vez fuera de la mano de Dios, fui a la capilla y junto al Santísimo le dije que mi viaje lo iba a dejar en Sus manos. Si Dios quería que yo fuera a Alemania, Él lo iba a hacer realidad, no yo.

Al poco tiempo, trabajando, me encontré con la vida del Beato Scalabrini, leí su historia y me llamó la atención que era el patrono de los migrantes y refugiados y decidí pedirle su intercesión. Le prometí al Padre Scalabrini que, si él me ayudaba a llegar a Europa, yo iría a visitar su parroquia y ayudaría a sus migrantes. Tomé su foto como fondo de pantalla y todos los días, junto con la Eucaristía le pedía que intercediera por mí.

Eventualmente los problemas se iban resolviendo, me aceptaron en la universidad para estudiar una maestría en Administración de empresas, conseguí el dinero para poder viajar y justo cuando me iban a dar mi visa se cerraron las fronteras. La situación del corona virus hacía todo más complicado.

Nuevamente seguí encomendando mi viaje a Dios, yo sabía que ya era Su viaje. Finalmente, un día me llegó un correo diciendo que ya estaba mi visa autorizada y podría volar a Alemania en septiembre.

Ahí no se acababa el camino. Cuando llegue a Alemania, busqué una parroquia donde pudiera participar y asistir a misa, encontré muchas iglesias pero todo era en alemán y yo no podía participar completamente en la celebración. Un día encontré una misa en inglés en Stuttgart, en Santa María, así que decidí que iría a conocerla.

Una vez concluida la celebración, vi que había varios jóvenes y me dio gusto poder conocerlos y entre ellos conocí a una misionera que ayuda a los migrantes y refugiados. Le preguntamos como se llamaba su comunidad y me dijo que era una misionera secular scalabriniana y en ese momento empecé a llorar de alegría.

Como un balde de agua fría, me había dado cuenta de que ese era un detalle de Dios, dándome a entender que nunca había estado solo, que si había llegado hasta ese punto era simplemente por Su Voluntad y Su Amor y todo de la mano de uno de sus hijos, el beato Scalabrini, de quien estoy enormemente agradecido.

Rafael Alvarado

 

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