Migrantes invisibilizados
En los últimos meses la emergencia sanitaria ha tomado el control de nuestra vida cotidiana. Muchas cuestiones que habían ocupado la opinión pública antes de la pandemia han "desaparecido", barridas por la preocupación por el COVID-19. Entre ellas también la migración. Los migrantes son invisibilizados.
Es cierto que todos nos sentimos vulnerables y vivimos en una situación de fuerte inseguridad. Todos viajamos en el mismo barco en un mar agitado. Por otra parte, también es cierto que algunos disponen de más botes salvavidas, mientras que muchos corren el riesgo de quedarse atrás, olvidados. Se abre la oportunidad de reconocernos necesitados unos de otros, todos miembros de una única humanidad. Al mismo tiempo, nos damos cuenta de que también en esta pandemia las desigualdades existen y emergen con el paso de los meses.
Antes de la epidemia la situación migratoria en México aparecía en constante cambio, pero con claras tendencias. Estaba creciendo el tránsito de los ciudadanos centroamericanos hacia los Estados Unidos. Se destacaban 8el desplazamiento forzado, cada vez más motivado por la violencia en los países de origen, y el aumento de las familias con niños y de los menores no acompañados. Los cierres políticos y las presiones económicas de EE. UU. han transformado a México de país de paso a país de destino para los migrantes y refugiados, con un aumento exponencial de las solicitudes de asilo de personas procedentes no sólo de Honduras, El Salvador y Guatemala, sino también de Venezuela, Haití, países africanos y asiáticos1.
En la víspera de la epidemia había miles de migrantes y solicitantes de asilo varados en las fronteras al sur y norte del país: encerrados en las Estaciones Migratorias, alojados en campamentos, acogidos en las Casas del Migrante u obligados a vivir en condición de calle.
La epidemia y sus consecuencias para los migrantes
La llegada de la epidemia y la introducción de medidas restrictivas por razones sanitarias han tenido consecuencias inesperadas y repentinas en la situación de los migrantes y sus familias.
- En las Estaciones Migratorias, las ya difíciles condiciones de vida han empeorado debido a la tensión y al miedo a los contagios. Hubo al menos cuatro motines, reprimidos violentamente. Finalmente el 26 de abril, bajo la presión de las organizaciones en defensa de los migrantes, estos fueron en gran parte "liberados". Sin embargo, la mayor parte de este desalojamiento se ha realizado a través de deportaciones a los países de origen, sin tomar en cuenta el hecho de que muchos habían solicitado asilo en México y el riesgo sanitario que supone la repatriación de personas que no habían sido sometidas a controles. Además, muchos han sido transportados cerca de la frontera con Guatemala y luego abandonados a su suerte, ya que la frontera está cerrada debido a la epidemia.
- Los EE.UU. tampoco han interrumpido las expulsiones de migrantes hacia México y los países centroamericanos: una práctica condenada en varias ocasiones porque ha puesto a estas personas en peligro de ser infectadas o de infectar. En efecto, las propias autoridades estadounidenses han comunicado que en sus centros de de-tención había casos de COVID-19.
- A estas violaciones de los derechos humanos se añade la suspensión del derecho de asilo: no se aceptan nuevas solicitudes y no se resuelven las que están pendientes. Las personas detenidas cruzando ilegalmente la frontera son deportadas en pocas horas, sin poder solicitar asilo. También México ha suspendido los procedimientos de asilo pendientes, pero al menos sigue recibiendo las nuevas solicitudes.Es cierto que los migrantes tienen menos acceso a los servicios de salud y también son objeto de xenofobia y desconfianza por parte de la población local, porque son considerados peligrosos por el contagio. Representan un grupo particularmente vulnerable, pero no hay que olvidar que en México comparten esta condición con muchas otras categorías de personas: ancianos, mujeres solas, indígenas, trabajadores informales...
Resistir y mirar hacia adelante
Los responsables regionales del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), de la Organización Internacional de Migra-ciones (OIM) y de Médicos sin Fronteras prevén que con la relajación de las medidas de emergencia sanitaria, el movimiento migratorio hacia el norte se reanudará. Las causas que ya obligaban a miles de personas a abandonar su país no han desaparecido, sino se han reforzado debido a la epidemia de coronavirus. Los expertos no tienen muchas esperanzas en cuanto a la política de inmigración de EE. UU. y consideran necesario reforzar el sis-tema de asilo a escala local. Por lo que se refiere a Honduras, El Salvador y Guatemala, habrá que ocuparse de los desplazados internos ya en los países de origen y encontrar soluciones en los países vecinos: Costa Rica, Panamá, México. El ACNUR intentará realizar reasentamientos en países más alejados, quizás en Europa.
Las Casas del Migrante, que constituyen una red de apoyo fundamental para los que atraviesan México, también se han enfrentado a desafíos inéditos durante la emergencia sanitaria. En el sur del país se han cerrado varias porque no tenían espacio suficiente para garantizar la seguridad sanitaria. Las Casas que han permanecido abiertas en las distintas partes del país han adoptado medidas para defender la salud de las personas acogidas. Para realizar eso se han reducido los espacios disponibles.
Muchos migrantes han tenido que renunciar a la posibilidad de trabajar fuera de los albergues en los que se encontraban para no poner en peligro a los demás. Las Casas tuvieron que prescindir de la ayuda de muchos voluntarios y sufrieron por la disminución de las ofertas y apoyos financieros. Sin embargo, muchas de ellas se han esforzado por garantizar el apoyo material, la vivienda y los servicios a los migrantes que han sido acogidos y por ofrecer un ritmo de actividad diario para que el tiempo de confinamiento no sea insoportable a largo plazo. Entre ellas se encuentran las Casas de las Hermanas y de los Padres Scalabrinianos, así como de otras congregaciones religiosas y diócesis. Algunas Casas del Migrante que han sido cerradas están dando los primeros pasos para poder acoger de nuevo a las personas y piden el asesoramiento de los Médicos sin Fronteras para implementar las necesarias medidas sanitarias.
En el contacto con algunos refugiados que ya no viven en los albergues, pero que han comenzado su camino de integración en la sociedad mexicana, hemos constatado situaciones de malestar, que, por supuesto, comparten con la población local más pobre. Algunos han podido seguir trabajando, pero están más expuestos al riesgo de contagio. Otros han perdido su empleo y se han encontrado con problemas como el pago del alquiler o la falta de alimentos.
Nos ha parecido importante ayudar a algunas de estas familias a resistir en el período de la emergencia sanitaria, compartiendo en la “comunión de los bienes” lo que hemos recibido de parroquias o privados en apoyo de nuestra misión entre los emigrantes. Pero es igualmente importante -para trabajar en red- conocer otras iniciativas que han surgido para afrontar las dificultades de los refugiados, como por ejemplo un servicio de ACNUR que ofrece ayuda material, psicológica y jurídica precisamente en la fase de confinamiento.Por último, son los mismos refugiados los que, aún necesitados, muestran tanta fuerza y esperanza de encontrar soluciones: buscar un nuevo trabajo, una vivienda, quizás en otra ciudad... participar en un proyecto de fabricación y distribución de cubrebocas...
Compartir el camino en la incertidumbre con esperanza
Con algunos de ellos y con los jóvenes que normalmente participan en los encuentros en el Centro Internacional Scalabrini de Ciudad de México hemos organizado momentos de oración, reflexión e intercambio a través de las plataformas digitales. En estas ocasiones, juntos nos hicimos cargo de las muchas formas de sufrimiento y riesgo que viven las personas: los enfermos, el personal sanitario, los que prestan los servicios esenciales, los desempleados, los jóvenes que ya no pueden continuar sus estudios, los más pobres, las personas migrantes y refugiadas. Recordamos a los di-funtos por el virus y a sus familias.
Estamos en un tiempo de incertidumbre y sabemos que habrá muchos problemas graves que resolver: podríamos vivir en el desaliento, en la agitación, en la frustración o buscar egoístamente la evasión pensando sólo en salvarnos a nosotros mismos. Es un tiempo de discernimiento y de reflexión sobre cómo podemos vivir como cristianos este momento histórico y qué pequeños o grandes pasos podemos dar para vivir en el hoy el Evangelio y contribuir a un nuevo comienzo. Es la ocasión para aprender a trabajar, pensar, imaginar a partir de la incertidumbre, pero con la esperanza... al igual que los migrantes...
Luisa Deponti
[1] Después de la externalización de la frontera de EE. UU. se está pasando a la externalización del derecho de asilo. México ya no sólo ha militarizado su frontera Sur para impedir que los inmigrantes entren y sigan su viaje hacia el Norte; ahora también recibe en su territorio a personas que han solicitado asilo en EE. UU. y que tendrán que esperar una respuesta permaneciendo en México (programa "Quédate en México").
Links:
Revista Por los caminos del éxodo (PDF)
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