Quien busca la vida transforma el mundo
Ha pasado poco más de un año desde octubre de 2018, cuando las imágenes de la “caravana migrante” procedente de Honduras y en tránsito por México viajaron por todo el mundo. Muchos eventos en los últimos meses nos hablan de una América Latina atravesada por tensiones políticas, sociales y económicas, que tienen como consecuencia también fuertes movimientos migratorios.
Hoy en día el fenómeno migratorio es muy complejo y también controvertido en la opinión pública. Desde el comienzo de nuestra historia de Misioneras Seculares Scalabrinianas el Beato J. B. Scalabrini (1839-1905) ha sido el inspirador de nuestra espiritualidad y misión en camino con los migrantes. Hemos aprendido que una de las respuestas fundamentales a los desafíos de la migración es priorizar la formación de las personas. Es necesario tener una mirada hacia la migración que ayude a todos a comprenderla de una manera más objetiva y profunda y a promover decisiones políticas, intervenciones económicas, sociales, culturales eficaces y a largo plazo en favor de la persona y del bien común integral. Tenemos que ver la migración en conexión con muchos otros fenómenos globales: injusticia global, cambio climático, globalización económica... El objetivo es evitar que las personas se vean obligadas a emigrar y favorecer formas de movilidad humana de carácter voluntario.
Esta mirada hacia la migración es el legado que el Beato Juan Bautista Scalabrini nos ha transmitido a través de la Familia Scalabriniana y que deseamos vivir y anunciar a todos. Scalabrini partió de la conciencia de que la emigración es normalmente una consecuencia de la injusticia y es causa de graves sufrimientos. Intervino, por este motivo, en diversos niveles, social, político y religioso en favor de los migrantes. Pero, él vislumbró que en el camino de la migración se abre el espacio en el que las personas y los pueblos se encuentran y se descubren perteneciendo a la única familia de la humanidad. Él tenía una mirada de fe, mientras actuaba de manera muy concreta según la palabra de Jesús: "Yo era un extranjero, y me acogieron” (Mateo 25,35). Scalabrini nos ayuda a reconocer en el camino de la migración la presencia del plan de amor y salvación de Dios para la humanidad.
¿Cómo podemos hoy en día trabajar según esta mirada aquí en México? En este momento la situación parece muy delicada y difícil. El fenómeno migratorio se sitúa en un contexto de grave violencia en el país y de falta de colaboración por parte de EE.UU. que sería el destino principal de los flujos de migrantes y refugiados.
El ACNUR ha reconocido la difícil situación y ha iniciado proyectos para integrar y reubicar a los refugiados de las regiones del sur de México a ciudades donde las personas puedan encontrar más fácilmente empleo, alojamiento y enviar a sus hijos a la escuela[1].
La Iglesia Católica en México, junto con otras organizaciones de la sociedad civil, se ha comprometido durante mucho tiempo a acompañar y hacer que el viaje de los migrantes sea más humano. En las últimas décadas una red de albergues y de Casas del migrante ha surgido en todo el país, donde se brinda sobre todo ayuda humanitaria (alimentos, alojamiento, ropas, medicamentos…) y asesoría legal/jurídica. Este trabajo es muy importante para apoyar a los migrantes en tránsito. Los verbos propuestos por el Papa “acoger" y "proteger” son puestos en práctica por muchas instituciones católicas y por parroquias. Ahora que muchos migrantes y refugiados se establecen en México, también los verbos “promover” e “integrar” son cada vez más importantes.
Como Misioneras Seculares Scalabrinianas en la Ciudad de México colaboramos, junto con varios jóvenes mexicanos, con algunas Casas para los migrantes y refugiados, que están actualizando su trabajo con nuevas intervenciones de promoción e integración: cursos de idiomas, capacitación profesional, reconocimiento de estudios, búsqueda de empleo y alojamiento...
Es notable el compromiso de los refugiados mismos: algunos centroamericanos e incluso congoleños a quienes conocimos este año ya han encontrado trabajo. Pero, sobre todo para aquellos que son más vulnerables (enfermos, familias con niños...), ya no es suficiente el apoyo humanitario por un período limitado de tiempo, se requieren programas a largo plazo y también personas de aquí que puedan ayudar en el proceso de inserción.
Por lo tanto, un desafío importante es el de sensibilizar y capacitar a la población local que no está preparada para recibir a los migrantes y refugiados. En efecto, la promoción e integración de los migrantes se ve obstaculizada por un discurso negativo generalizado hacia ellos que genera temores y reacciones de rechazo en la población local. Desde el comienzo de nuestra presencia en México, también a través del Centro Internacional Misionero Scalabrini (CIMS), hemos trabajado en la formación especialmente de los jóvenes favoreciendo el encuentro directo con los migrantes. Ahora continuamos, también llevando a cabo talleres o encuentros sobre la migración en la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS), de Enfermería y Obstetricia (ENEO), en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y en Colegio de San Ildefonso de la UNAM. Lo mismo ocurre también en algunas iniciativas de instituciones católicas para la pastoral juvenil. Un grupo de estudiantes de trabajo social ha tomado el título de una canción de Scalabrini-Band: “Si quieres cambiar el mundo, cambia tu mirada” para organizar una feria multicultural en favor de los migrantes.
Nos dimos cuenta de que hay muchas personas que desean mostrar solidaridad con los migrantes y refugiados, especialmente los jóvenes que, con sus talentos y habilidades, quieren contribuir a una sociedad más inclusiva para todos, incluso para los grupos más vulnerables. Cada gesto de ayuda y atención ya es muy valioso. Ahora con el cambio del perfil migratorio de México, que se vuelve país de destino, los migrantes y refugiados tienen que integrarse y vivir dispersos en inmensas ciudades. Es necesario un trabajo de acompañamiento paciente y calificado y sería importante poder crear y formar nuevas redes de voluntarios bien preparados.
Aunque la situación actual parece difícil y compleja, como cristianos siempre podemos reconocer con creatividad espacios de esperanza y transformación que, si son válidos para los migrantes, ciertamente también contribuirán al bien de todos.
Luisa Deponti
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